Sexo oscuro

LOS DESCARADOS hacemos ruido y decimos lugares comunes, como que el sexo no hay que hablarlo sino hacerlo, con lo cual la gente piensa ingenuamente que vamos follando por las esquinas. No lo crean. Es pura maniobra de despiste. Detrás de un descarado suele haber un puritano que aguarda la ocasión de ponerse las botas. Ahora, por ejemplo.

Gran conmoción ha producido el cáncer de cunnilingus (sí, ya se que es de garganta, pero el sexo oral tiene estas curiosas concomitancias). Hace 15 años hubiéramos dicho que era una estrategia del Vaticano para promover la castidad, pero esta vez el responsable del escándalo es Michael Douglas, el machoman con mayor número de muescas en el revolver de la entrepierna. Un prenda. Douglas pretende así morir matando. Si a él se le acaba el chollo, a los demás también.

Primero fue el sida, ahora esto. Cierto es que la transparencia conduce a la prevención, y la prevención nos hace más higiénicos y más longevos, pero también más tristes. Las alternativas a la promiscuidad no gozan precisamente de buena prensa. Días atrás murió el joven marido de una presentadora de televisión en un accidente doméstico. Al chico se le fue la mano mientras trataba de procurarse placer por el procedimiento de la asfixia erótica. Eso ha ocurrido siempre, aunque los primeros casos que yo leí en prensa correspondían a caballeros dignísimos (recuerdo a un diputado conservador inglés) que aparecían muertos con la cabeza metida en la bolsa de unos grandes almacenes. Pero el caso más sonado fue el de Kung Fu, que se colgó en el armario de un hotel de Tailandia. Nunca supimos si el actor fue allí a colgarse o es que le pudo la tensión sexual de las noches de Bangkok. Y ya que estamos en Tailandia, lo diré: desde hace años, un colega viene difundiendo que en un viaje de los Reyes al sudeste asiático, dos periodistas españolas se adentraron en la espesura de Bangkok para conocer en primera persona los secretos de los masajes eróticos. El rey se enteró y las llamó a capítulo: él también quería saberlo todo. Lo que no cuenta el colega es que las dos chicas fueron (fuimos) acompañadas de cuatro conocidos periodistas, que habían promovido la idea y luego no se atrevieron. Se les fue la fuerza por la boca. Puritanos, o sea.